sábado, 31 de agosto de 2013

A pesar de los malos augurios y escenarios, se empeña en hacer empresa.


Emprendedores



Son jóvenes, decididos y dispuestos a construir empresas a pesar de las 

adversidades y malos escenarios…

Cuando muchos empresarios veteranos y conocedores están evaluando si hacen o no las maletas para salir del país, u otros están viendo oportunidades en el exterior para protegerse del riesgo-país, hay un creciente grupo de muchachos y muchachas vendiendo sus carros, sacando sus ahorros, fastidiando a padres, tíos y amigos con solicitudes de préstamos, hipotecando apartamentos y, en fin, haciendo un enorme esfuerzo para montar un negocio.

¿Por qué ocurre este fenómeno que, en sana lógica, no es fácilmente explicable? La respuesta no puede estar en la apelación determinista de la “confianza en Venezuela”, o en la poética persecución de un sueño. Hay, de hecho, razones concretas para emprender en el país.

Las dificultades son enormes, pero cuando se habla con emprendedores aparecen algunas ideas a considerar:

• La primera es que Venezuela es un mercado con muchas necesidades insatisfechas, mala cultura de servicio, escaso desarrollo en aplicación de soluciones tecnológicas, más allá de las relacionadas con Telecomunicaciones, escasa competencia en muchos sectores económicos, por lo que, en consecuencia, existen muchas oportunidades capitalizables.


• Lo segundo es que, a pesar de las dificultades macroeconómicas, regulatorias y de la escasa seguridad jurídica, las tasas de retorno que prometen algunos negocios, especialmente de comercio y servicios, son muy atractivas; es decir que, en Venezuela, cuesta tener éxito, pero este se recompensa muy bien, aunque esta situación tiende a cambiar por las nuevas condiciones laborales, entre otros factores.

• La otra historia es que la “fuga de talentos” ha perdido encanto. A pesar que más de 1.000.000 de jóvenes profesionales han abandonado el país, y este flujo de salida no se detiene, para muchos jóvenes la opción de irse no es tentadora, porque los principales destinos son países en crisis, hay más conocimiento sobre las dificultades de adaptación e incorporación a mercados de trabajo y, en última instancia, si lo que se quiere es montar un negocio propio, lo lógico es equivocarse en casa, donde siempre hay opciones de salida.

La Revista GERENTE presenta 11 casos de emprendedores que, en su mayoría, han contado con el apoyo de empresas e instituciones que antes se conocían como “incubadoras” y ahora se les llama “aceleradoras”, aunque, en el caso venezolano, la primera denominación parece justificarse más.

Estas incubadoras o aceleradoras se encargan de aportar capital, pero también asesoran, acompañan, forman, apoyan la formalización y encaminan los negocios que gestionan hasta una etapa de arranque efectivo.

En este grupo hay empresas privadas, instituciones educativas, fundaciones y hasta bancos. Lo importante aquí es que estas entidades han entendido que emprender no es un simple problema de conseguir capital, contar hasta 10 y arrancar. Hay que meterle gerencia, y de la buena, para hacer que baje ese índice de mortalidad de 98% que afecta a los emprendimientos antes de su tercer año de actividad.

En Venezuela, el fenómeno del emprendimiento es muy diverso y la verdad es que menos de 5% de los nuevos negocios (no necesariamente sinónimo de empresas) se crea con un plan orgánico y asesoría adecuada.

Sin embargo, la economía informal, donde el emprendimiento anida con mayor fuerza, no es para nada insignificante, ya que va mucho más allá de la buhonería, que, en realidad, representa cerca de 20% de la informalidad en el país.

Así que para las incubadoras –o aceleradoras- Venezuela es un territorio más que fértil, y el tamaño de su potencial se pierde de vista. El problema básico son las políticas públicas que, lamentablemente, conspiran contra esta juventud emprendedora que, a pesar de los malos augurios y escenarios, se empeña en hacer empresa.




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