jueves, 29 de agosto de 2013

Protocolo básico para emprendedores


Cuando pensamos en palabras como “protocolo“, “ceremonial“, “etiqueta” o “precedencia” lo que primero que nos viene a la mente son imágenes de majestuosos banquetes entre monarcas, ceremonias de elección de un Papa, rituales de las fuerzas armadas y visitas de primeros ministros extranjeros con despliegues de seguridad de gran alcance. Escudos, banderas, condecoraciones, tratamientos oficiales, himnos… En esto, ciertamente, consiste el Protocolo, aunque también está muy presente en el mundo de la empresa.
De hecho, el protocolo empresarial es el más común en nuestra sociedad y el que todo emprendedor debería poder dominar. Seguramente una de las grandes dificultades del protocolo en la empresa es que éste, a diferencia del oficial, no está sometido a unas reglas institucionales fijas sino que deja un gran margen de libertad en cada situación.

Cada día es más habitual que las empresas dispongan en su organigrama de un departamento de Protocolo y Relaciones Externas vinculado, en la mayoría de los casos, al de Comunicación y dependiendo directamente del de la Presidencia. Los responsables de protocolo se ocupan de preparar cualquier evento que lidera la empresa: juntas generales de accionistas y consejos de administración, congresos, aniversarios fundacionales, inauguraciones de instalaciones, presentaciones de nuevos productos y lanzamiento de campañas, firmas de convenios y acuerdos, entregas de premios, homenajes, patrocinios, seminarios o importantes reuniones de trabajo con interlocutores externos ya sean autoridades gubernamentales, clientes, proveedores, empresas competidoras, etc.
Dependiendo de la magnitud del acto, la planificación será más o menos laboriosa. A veces bastará con elegir un buen espacio -dotándolo con la documentación precisa y los materiales de escritorio necesarios para el encuentro- y diseñar la colocación y el orden intervención de los asistentes en función de los criterios de jerarquía. Otros, sin embargo, requerirán la contratación de múltiples servicios: traslados, alojamiento, catering, audiovisual, traducción e interpretación, etc. La cosa puede complicarse aún más, cuando el acto cuenta con la presencia de una o varias autoridades públicas o si se decide hacer difusión de éste a través de los medios de comunicación.
Más allá de los aspectos estrictamente organizativos, el protocolo empresarial incluye unas actitudes y unas normas de cortesía básicas que favorecen la negociación y el entendimiento entre las partes interesadas en obtener un beneficio. Esta idea se reduce, al fin y al cabo, a la aplicación del sentido común y debe ser compartida por el conjunto de los miembros y departamentos de la empresas.
Saber comunicar un mensaje, mostrar seguridad y rigor en lo que decimos, persuadir hasta convencer sin imponer, evitar la confrontación con los intereses del otro (estratégicamente analizados con antelación), son garantías de éxito en un encuentro empresarial.
La buena presencia en cuanto al vestido, la puntualidad, la actitud amable y gentil en su justa medida a la hora de dirigirnos a los demás, la predisposición a la conversación, la paciencia, los atenciones especiales, la voluntad de facilitar y el respeto por las jerarquías desde el primer contacto hasta la firma de un acuerdo ayudarán, sin duda, a la obtención de buenos resultados.
En el mundo globalizado en el que vivimos hay que tener en cuenta, además, que existen otras maneras de negociar distintas a la propia de acuerdo con las costumbres que constituyen la cultura de nuestro interlocutor. Conocerlas será, en definitiva, una buenísima inversión para la empresa.
Recuerda que en una empresa, los negocios no lo son todo y las formas y el protocolo también dice mucho de tu proyecto.


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