DOS MODELOS: USA v/sFINLANDIA
Son dos mundos, dos modelos, dos maquinarias engrasadas de manera diferente. Mientras que en Finlandia apuestan por la educación emprendedora en la escuela, en Estados Unidos se decantan por enseñarles a crear su propia empresa. Dicho de otra manera: en Finlandia, los programas para niños entre 6 y 12 años están orientados a entender el negocio y el espíritu emprendedor; en el mundo anglosajón (con Estados Unidos e Inglaterra a la cabeza), a los niños se les trata de enseñar a ser empresarios.
Son dos mundos, dos modelos, dos maquinarias engrasadas de manera diferente. Mientras que en Finlandia apuestan por la educación emprendedora en la escuela, en Estados Unidos se decantan por enseñarles a crear su propia empresa. Dicho de otra manera: en Finlandia, los programas para niños entre 6 y 12 años están orientados a entender el negocio y el espíritu emprendedor; en el mundo anglosajón (con Estados Unidos e Inglaterra a la cabeza), a los niños se les trata de enseñar a ser empresarios.
Protagonista el niño
En Finlandia, su formación es más
contextual que teórica. No solo transfieren a los niños competencias cognitivas
como matemáticas, lengua o ciencias, sino que también se les inculcan
competencias transversales como trabajo en equipo, comunicación y
emprendimiento. Y el trabajo en equipo no se contempla únicamente como la
capacidad de trabajar con otros, sino también con gente de otras culturas, en
otros países, que tienen otros horarios… es decir, se trata de trabajar en un
mundo global.
Respecto a la comunicación, el
alumno tiene que saber escuchar a la otra parte, y saber lo que él va a decir.
Mientras que hacer una empresa se puede considerar como la última gota del
emprendimiento, ya que además de poder emprender por cuenta propia creándola,
también se les señala que pueden hacerlo dentro de una empresa con un proyecto
propio. Resumiendo: se le hace ver al niño que tiene unos activos, unos
conocimientos, a partir de los cuales se puede vertebrar un proyecto factible.
De esta manera el niño, experimentando y jugando, se convierte en protagonista
de lo que le sucede, a la par que trabaja una serie de valores como el esfuerzo,
el respeto y el pensamiento a largo plazo. Y si el profesor consigue que los
niños se sientan protagonistas, los está convirtiendo en emprendedores.
Proyectos concretos
Si Finlandia es el ejemplo de que
más allá de programas de formación para emprendedores ‘per se’ existen sistemas
educativos que promueven competencias que impulsan entre sus alumnos el ADN
emprendedor, en el otro lado de la balanza está el mundo anglosajón, donde a
los estudiantes se les exige actuar, crear y llevar a cabo proyectos concretos,
alejados de la mera reproducción de conocimientos.
En el caso de Estados Unidos, y
dado el nivel de descentralización del país, no existe un, digámosle, sistema
educativo nacional emprendedor. Pero sí hay una maquinaria engrasada hacia la
puesta en marcha de determinados comportamientos. Es decir, se trata de que
aprendan determinadas habilidades de organización como, por ejemplo, el
liderazgo. Tan enraizado tiene el mundo anglosajón el gen emprendedor, son tan
fanáticos de la competencia, que llamarles perdedor es como un insulto.
Australia, Nueva Zelanda o
Austria siguen el modelo anglosajón. Mientras que países como Dinamarca
apuestan por el finlandés, y ya está poniendo en marcha iniciativas para
enseñar a los profesores a implementar en sus clases un enfoque emprendedor.
También en Francia existen iniciativas dirigidas a la educación primaria
lideradas por miembros de la Cámara de Comercio que quieren transmitir la idea
de que las personas pueden actuar y desarrollar proyectos.
Fuente: http://asesoresdepymes.com
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